Ayer, 13 de abril, los grupos de la Red Laical de la zona centro de España celebramos, en Valladolid, el 10º aniversario de la Red Laical. En algunos momentos, a lo largo de la celebración, me venía a la cabeza el “pedido” que desde la Web de la Compañía se me había hecho: compartir mi experiencia de acompañamiento de la Red de España en estos años… Los diversos momentos de la celebración me evocaban experiencias concretas que contenían y sintetizaban, al mismo tiempo “mi experiencia global” con la Red y en la Red, desde el principio.
Sentía que no era fácil poner en “un papel” lo vivido. Sin embargo, me sentía movida a compartirlo desde la conciencia de que es un don y de que, en cristiano, los dones recibidos han de ser agradecidos y compartidos.
Doy gracias, al Señor, por haberme regalado estos 10 años de participación en la implantación y acompañamiento de la Red, por todas las personas que he conocido, por todo lo que su vida cristiana y su compromiso ha iluminado y confrontado la mía, por las relaciones creadas, por la amistad sincera y bonita con muchas de ellas, por las ocasiones de mirar y leer con ojos nuevos el Evangelio y nuestra espiritualidad, porque el “saber” sobre la Iglesia, Pueblo de Dios, con diversidad de dones y carismas, se ha hecho en mí convicción profunda y realidad cordial.
En relación con la trayectoria del “don recibido” puedo decir que acogí con bastante “temor y temblor” y, al mismo tiempo, con sentido y entusiasmo, el envío a coordinar el grupo de laicas/os y religiosas encargados de transmitir y poner en marcha el Proyecto de la Red laical Compañía de María, presentado por los laicos al XV Capítulo General y acogido por éste. “Temor y temblor” porque mis últimos casi 30 años se habían desenvuelto en servicios relacionados fundamentalmente con las monjas…; “con sentido” porque creía- y ¡creo! cada vez más- en la Iglesia, comunidad; en la común llamada de todos, al seguimiento de Jesús en radicalidad; porque descubría- y ¡descubro!- en el carisma y espiritualidad de la Compañía, en sus virtualidades la posibilidad de vivirlos hoy, también, en un Proyecto de vida laical que amplía nuestra misión eclesial y nos empuja a ir más allá tendiendo la mano, reformando las costumbres, buscando el bien del pueblo y la mayor gloria de Dios, en palabras de Juana de Lestonnac…; porque confiaba- ¡y confío!- que el Espíritu del Señor llamaría y agregaría a la Compañía, hombres y mujeres laicos, para colaborar en esta tarea desde su vida y en la vida. “con entusiasmo por todo esto y porque había sido testigo del “proceso pre fundacional”…
Antonio Machado cantaba “caminante no hay camino, se hace camino al andar”…; estoy segura, que este verso lo podemos hacer nuestro todas y todos los que hemos estado involucrados, de una manera u otra, en el proceso de la Red. Ha sido un camino que hemos ido trazando, paso a paso, a medida que hemos ido intuyendo sendas, apoyos… que nos afirmaban sobre el paso anterior y nos permitían el siguiente… Han surgido grupos locales, se han ido estableciendo zonas, se ha creado una sencilla estructura, nos hemos aportado posibilidades de interiorización, formación y, sobre todo, nos hemos ido sintiendo sorprendidos por el actuar de Dios en cada uno y en el grupo, en ese hacernos sentir convocadas/os a través de situaciones, relaciones, acontecimientos muy diversos. Haciendo memoria de su pertenencia a la Red, precisamente en el encuentro de Valladolid, una de las participantes compartía, con sorpresa y alegría: “el que hoy esté aquí, el que forme parte con mi marido desde hace cuatro años de un grupo de la Red, cuando ninguno de los dos conocíamos de nada a la Compañía, tiene que ser de Dios… ¡Me impresiona pensarlo! es así. Estoy tan agradecida…”.
En este camino, anclado en la realidad, rico en su complejidad y heterogeneidad…iluminado o ensombrecido en muchos momentos, he experimentado,- ¡cómo no!, cuando se camina- algunos des-pistes, equivocaciones, cansancios, ganas de soltar el “peso de la mochila”, dudas sobre el mismo sentido y empeño del caminar… pero siempre la certeza de no ir sola, de marchar con compañeras y compañeros hacia una meta, aunque no conocida, que atraía y dinamizaba energías regaladas. En alguna ocasión, el empuje me ha resonado por dentro y me ha dado libertad honda a través de palabra de Juana de Lestonnac: “si es del Señor saldrá adelante”. Parece que el Espíritu va confirmando el camino a través de sus señales (fraternidad, alegría, paz, sentido apostólico, compromiso…). Parece que el Señor quiere; sólo resta disponerse y ofrecerse para los pasos que marque el mañana.