En esta fecha, en 1949, la Iglesia reconocía públicamente la santidad de Juana de Lestonnac. Su nombre se unía, de esta manera, al de otros hombres y mujeres que son para la humanidad una luz en el camino. Hoy ella sigue viva a través de cada una y cada uno de nosotros. Su deseo: “quien tuviera mil cuerpos y mil vidas, quien pudiera ir por todo el mundo para hacer presente el amor de Jesús”, es hoy una realidad. En su rostro, de colores diferentes, y en sus manos, multiplicadas, nos reconocemos.