Un canto a la ternura y a la misericordia

Crónica de la visita del Papa Francisco a Cuba el pasado mes de septiembre.

Noviembre 2015 | ODN

¡Viene el Papa!, ¡Ya se acerca!, ¡el Papa viene por aquí! Era el clamor de miles de personas apostadas a largo y largo de la vía que desde el aeropuerto internacional José Martí lo conducía a la ciudad de la Habana, muchos portando banderas del país y del Vaticano como también con pasacalles y fotografías del Santo Padre con textos alusivos a su visita como “Bienvenido Santo Padre, Peregrino de la Misericordia”. 

Desde su papamóvil, el Papa Francisco, se mostraba sonriente como si el cansancio, causa de un largo viaje, no hiciera mella en su persona, extendiendo sus brazos acompañados de su sonrisa llena de ternura y de cercanía, como respuesta al saludo, hasta que llegó a la residencia del Nuncio Apostólico en Cuba.

El día 23, domingo muy de mañana, cuando la noche aun tendía su manto de oscuridad, la Plaza de la Revolución fue llenándose de miles de personas llegadas de todos los municipios cercanos a la Habana y de las Provincias aledañas, como también de un sinnúmero de hermanos y hermanas venidos de todas las latitudes, para celebrar junto con el Santo Padre la Eucaristía propia de este tiempo litúrgico, unidos por su mensaje de misericordia, por los sentimientos de humanidad y amor al prójimo y el deseo de lograr un mundo mejor más justo, más humano y en paz. 

Al llegar a la vía que lo conduciría hacia el altar preparado en la Plaza para la celebración, se bajó del papamóvil para saludar personalmente a varias personas entre ellas niños y discapacitados, como si quisiera significar en ese saludo el abrazo a todo el pueblo cubano.

El legado que nos dejó en su homilía expresaba: “Quien quiera ser grande que sirva a los demás, no que se sirva de los demás (…) “Quien no sirve para servir no sirve para vivir”. Se refirió al pueblo cubano a su “gusto por la fiesta, por la amistad, por las cosas bellas… un pueblo que camina que canta y alaba… que tiene heridas como todo pueblo, pero que sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza, porque su vocación es de grandeza”.

En el Ángelus pronunciado después de la Santa Misa, el Santo Padre hizo referencia al “querido pueblo de Colombia y pidió que toda la sangre vertida valga los sacrificios hechos, - incluso por esta bella isla- para una definitiva reconciliación. Y así la larga noche de dolor y de violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se pueda transformar en un día sin ocaso de concordia, justicia, fraternidad y amor en el respeto de la Institucionalidad y del derecho nacional e internacional, para que la paz sea duradera. Por favor no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más, en este camino de paz y de reconciliación”.

Con esa gran vocación de pastor que lo caracteriza, invitó a todos a realizar la “Revolución de la Ternura y de la Misericordia” encomendó a todos el cuidado de aquellos que han perdido la esperanza, que sufren injusticias, soledad, a los ancianos, a los niños, a los jóvenes, a los más descartados de la sociedad y a las familias en dificultad.

Antes de dirigirse al Consejo de Estado el Papa Francisco visitó al líder de la Revolución Cubana Fidel Castro, éste tuvo palabras de elogio al Santo Padre, por sus llamados constantes a la solidaridad con los más desposeídos y deprimidos, por el respeto a la vida y a la paz. El Santo Padre le agradeció su contribución a la paz en un mundo saturado de odio y violencia. Fidel le obsequió un libro del dominico Fray Betto, Fidel y la Religión.

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