Acercarse a la otra orilla de la patria, esa en la que se vive con más fuerza la pobreza y la violencia, sólo es posible, con otros, desde la experiencia de ser en comunión.
Esta convicción llevó a un grupo intercongregacional de religiosos, a desplazarse por el río Rosario en el Pacífico colombiano, para visitar y compartir la vida y la fe, con las comunidades afrocolombianas que viven o sobreviven en esa orilla del país.
Al ritmo de arrullos y tamboras, en la sencillez del encuentro y desde el compartir vital de los gozos y las penas cotidianas, se fue arraigando en todos la experiencia de no estar solos, de que la Iglesia quiere acompañarlos por los caminos de paz y reconciliación por los que desean transitar.
La solidaridad tiene mejor cauce y el rostro de Dios se hace más evidente, cuando, con otros, nos empeñamos en la tarea impostergable de sembrar el Reino en nuestra tierra.