Por los caminos de Indianápolis

Gloria Liliana nos cuenta como su experiencia de Iglesia la enriquece y la anima.

Noviembre 2013 | Gloria Liliana, odn (Indianápolis, EE.UU.) | Experiencias

Siempre me ha gustado el nombre que le daban a los primeros cristianos: “Los del Camino”. Me evoca movilidad, libertad, despojo, horizonte, posibilidad, futuro… Con frecuencia pienso que lo propio de una discípula es el camino, que “no hay donde reclinar la cabeza” y que lo más seguro es el horizonte que se abre tras una promesa y por una alianza.

Porque los desafíos de la misión son muchos y las posibilidades de aprender no terminan; la Compañía me dio la oportunidad de viajar a Estados Unidos, para estudiar durante tres meses inglés.

Hoy llueve tímidamente y los árboles ya se visten de amarillo. Camino a solas por las calles de Indianápolis, observo, escucho y voy haciendo mía una realidad que hasta hace poco no conocía.

Voy rumbo a una de tantas parroquias en las que he celebrado mi fe estos últimos días. Se llama Santa María; es un Templo bello, repleto de vitrales alusivos a la vida de la Virgen. El que más me gusta es el del Nacimiento. En él, Ella sonríe, Jesús se deja mimar por su mamá y José contempla a María desbordando cariño.

Voy a una celebración de latinos, ya estuve en una de vietnamitas, el domingo iré a una de sub-africanos y todos los días participo en la Eucaristía con una porción del pueblo de Norte América, en esta ciudad.

Nunca había sopesado como ahora la riqueza de tanta diversidad en nuestra Iglesia. Creo que nunca había dimensionado como ahora, el papel de la Iglesia en mi vida. Siempre creí, porque lo aprendí de mis catequistas de Primera Comunión, que somos Iglesia y que la Iglesia es familia.

Pero, ahora aquí, lejos de la Compañía, de mi familia, de mis amigos siento como nunca que la Iglesia es mi hogar. No me refiero a los Templos bellos que me han acogido en mis ratos de oración y Eucaristía, hablo de ese “Templo Vivo” que en cada encuentro me hace sentir en casa.

Desde antes de venir a esta tierra y gracias a la tecnología, me conecte con personas de la Arquidiócesis de Indianápolis, y les pedí que me permitieran participar de su vida, su fe y su misión durante mi estadía en esta ciudad. La misma semana en la que llegué, fui a conocer el “Centro Católico” y empecé a participar en actividades programadas allí.

Las personas que asisten son de muchas nacionalidades. Ellos se han encargado de hacerme sentir en CASA.

- Por tener Iglesia, he podido conocer más de la realidad del pueblo Norteamericano. Me han resonado unas liturgias profundas, cargadas de contenido y espiritualidad. Me ha sorprendido la manera tan fervorosa como la gente celebra su fe.

- Por tener Iglesia, he visto todos los colores y me han resonado todas las lenguas que adornan los Templos Católicos en esta ciudad. Me he acercado a una dinámica de la solidaridad que va más allá de grandes colectas y financiación de proyectos en el tercer y cuarto mundo.

- Por tener Iglesia, no me he sentido sola; con frecuencia me invitan a comer a sus casas y me hacen sentir que puedo contar con ellos siempre que los necesite.

- Por tener Iglesia he conocido sacerdotes norteamericanos que han gastado su vida en Paraguay y Honduras y que ahora sirven a la Comunidad de latinos en esta ciudad. He conocido laicos que no ahorran tiempo, vida, recursos y que luchan por construir Comunidad.

- Por tener Iglesia, pronto iré al Monasterio de las Benedictinas, porque esta semana se enteraron que estaba en esta tierra y quieren invitarme a comer y a que celebre con ellas la Liturgia de las Horas.

- Por tener Iglesia, tengo un apostolado y todos los jueves de 7:00 a 9:30 de la noche acompañó a un grupo de personas hispano hablantes que están haciendo un diplomado en Dirección Espiritual, les estoy dando una clase de Desarrollo Humano. Y también, por tener Iglesia, ya me han invitado a algunos grupos juveniles y a distintas actividades.

Sin lugar a dudas, nunca como ahora, había saboreado la dimensión universal de la Iglesia como don y gracia. Como ven, estos días de Otoño, me acercan a una experiencia de Iglesia que me enriquece y anima. Hoy me siento caminante… me siento peregrina… me siento Iglesia.
 

Gloria Liliana: odn, Indianápolis, EE.UU.

 
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4 Comentarios

Ernestine Velarde dice:
Dear Lilian, I am so happy that you are experiencing the vitality of the Church here in the States. It is truly noteworthy! I believe it is so because of the diversity of cultures that enrich our society. We are so glad that you have the opportunity to savor this for yourself, and we look forward to your trip to California.
martha luz castrillón r dice:
Madre Lili: Que belleza de testimonio sobre la dimensión universal de la Iglesia....sobre las maravillas que el Señor va poniendo en el camino.... Este escrito es oración...Dios la bendiga y le permita seguir disfrutando su fe. Un abrazo!! Martha Luz C.
Pedro Arenas dice:
Ubi Liliana, ibi Ecclesia Familia Carmelita- Manizales
dice:
Hermoso el testimonio de sentirse Iglesia, familia con un toque especial la pluralidad. Nos animas para nuestro encuentro de Nicaragua. Un abrazo. Comunidad de la Casita

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